(C) María Pelegrín
Un restaurante en plena capital especializado en frituras y marisco, servido de la forma más peculiar

En la gastronomía española se pueden destacar ciudades o regiones donde sobresalen sus típicos platos y comidas específicas. Entre otras, la zona norte y sur de la Península, donde predominan platos sabrosos y abundantes. Pues bien, la capital española se propone dar a conocer al mundo este tipo de riqueza culinaria, en concreto, la de los pueblos pesqueros de Málaga desde un punto de vista moderno y singular, sin perder su representativa cocina con productos de alta calidad y mucho sabor.
“El Tinterillo de Málaga”, situado en la Carrera de San Jerónimo número 32 de Madrid, no se considera tan sólo un restaurante malagueño, sino una idea distinta de servir a los comensales sus mejores productos. Así es como, los miembros que forman esta familia del sur, describen lo que pretenden hacerles sentir a todo aquel que quiera ir a comer a su restaurante:“un viaje virtual por los años de la historia y de mestizaje de la cocina malagueña” .
Se destaca la idea de “una manera distinta de servir la comida”, ya que ofrecen una experiencia de sabores diferentes, con un servicio generoso y una calidad incuestionable. ¿Cómo? Subastando los platos cantando. Sí, han leído bien. Como si de una subasta se tratase, pero en este caso, gastronómica. Puede ser, que todo aquel que haya estado en sitios del sur, comiendo pescaíto frito, no le haya extrañado esta peculiar manera de servir; en cambio, muchos ubicados en la zona centro, no hayan podido disfrutar de lo que se puede considerar todo un “espectáculo”. Así, la cuarta generación de un lugar mítico en la Costa del Sol, se ofrece a darnos de comer al estilo y salero del sur.
Evidentemente, la mayoría de los nombres de restaurantes tienen un por qué o una historia que le precede. En este caso, el nombre “Tinterillo” se debe a que el bisabuelo de uno de los fundadores del restaurante en Madrid tenía un tintero de redes, que en aquella época eran de algodón, el salitre hacía que estas se rompiesen, por lo que las tenían que tintar. Con el paso del tiempo, se cambió a las redes chinas, que ya eran de nylon y poco a poco el negoció desapareció. Asimismo, la semblanza del modo de servir a su clientela se remonta a la taberna fundada por Antonio (el bisabuelo), que un día desbordado por toda la clientela que tenía, decidió sacar de la cocina todo el producto en su haber y venderlo cantando a viva voz. Con el paso de los años, este sistema siguió gustando y divirtiendo a los comensales, por lo que estos malagueños han decidido trasladar todo ese “arte” hasta nuestra ciudad madrileña.
Esta familia lleva la mar en las venas y ha trabajado y luchado porque su negocio continúe vigente con el paso de los años. Por eso, “Paquito” (el biznieto), ha querido trasladar a la capital un trozo de su historia, acompañado de su gran amigo Tony, cada día esforzándose porque el trato que tienen de “tú a tú” con sus clientes agrade cada vez a más gente.
Aquí, los más apasionados de la buena comida, pueden disfrutar de raciones de coquinas, boquerones vitorianos, berenjenas con miel de caña, los míticos espetos de sardinas…y un sinfín de deliciosas y abundantes raciones. Sin embargo, no sólo destaca por su buena comida, sino un ambiente envuelto de alegría, amabilidad por parte de los camareros, y un entorno decorado con motivos marineros, que perfectamente nos podría desplazar a cualquier playa malagueña. Además, el local está dividido en dos plantas muy amplias (sobre todo la parte de abajo), en donde se pueden celebrar eventos concretos tales como comidas de empresa, eventos corporativos, despedidas de soltero, etc. No obstante, pese al poco tiempo que lleva el local abierto, ya tienen una clientela fiel, y muchos son los que han comentado que “ el que lo prueba, repite”, y ese, es el mejor síntoma.